Líbano Medio Oriente

Revolución del Whatsapp: “Hay un hartazgo con la clase política muy fuerte”

Los chicos de L’Ombelico del Mondo me hicieron una entrevista sobre lo que sucede en el Líbano.

El intento del gobierno libanés –liderado hasta hace pocos días por el Primer Ministro, Saad al Hariri–, de aumentar el impuesto sobre las llamadas por Internet, y enmarcado dentro de un plan de ajuste más profundo, desató una contundente movilización social que provocó la renuncia del propio Premier. La población de lo que supo ser conocida como la Francia de Medio Oriente tomó este nuevo impuesto, ya eliminado y cancelado, como la gota que rebalsó el vaso de una crisis económica y social que azota a la población desde hace años.

Cuando el gobierno de Hariri eliminó el aumento de US$0,20, para intentar detener las movilizaciones, ya era demasiado tarde. La población que había colmado las calles de Beirut, de forma transversal, rompiendo las importantes divisiones sectarias y religiosas que existen en el país, y bajo ningún liderazgo claro, exigió cambios estructurales en el deficiente sistema de servicios públicos, la actualidad económica y el sistema político imperante desde hace años, caracterizado por los favores políticos y la corrupción.

En diálogo con L´Ombelico del Mondo, el analista internacional y profesor de la Universidad Austral, Said Chaya, aseguró que el impuesto sobre las llamadas por Internet “fue la gota que rebalsó el vaso” y enmarcó a las movilizaciones sociales dentro de un rechazo generalizado a un plan económico de ajuste anunciado por Saad al Hariri a mediados de año. Además, afirmó que la eliminación del impuesto llegó tarde porque la población siente “un hartazgo con la clase política muy fuerte” y un cansancio “con el nepotismo que se ve entre la clase alta”.

Además, Chaya analizó la actualidad del Líbano dentro de su contexto regional, y manifestó que las grandes potencias regionales, Arabia Saudita e Irán, están “tirando de unos hilos”. Frente al futuro que se abre para el país, caracterizado por un fuerte equilibrio religioso de poder, sostuvo que el Presidente de la Nación, Michel Aoun, tiene dos opciones: llamar a sesiones con el actual Parlamento y elegir a un nuevo Primer Ministro o anticipar las elecciones legislativas y formar un nuevo gabinete. “Esto puede ir para largo”, afirmó y completó: “Creo que la manera que tiene el Presidente de cortarlo es convocar a elecciones pero no creo que le convenga”.

¿Cómo se pueden entender las movilizaciones que están sucediendo en el Líbano?

–El detonante fue un impuesto de 0,20 centavos de dólar por minuto a las llamadas por Internet, como Skype o Whatsapp, pero eso fue la gota que rebalsó el vaso. Acá lo que hay que hacer es mirar el último trimestre y ver qué estuvo pasando. Cuando lo escuché al Premier en junio o julio, que empezaba a hablar sobre cómo se venía esta crisis, me di cuenta que en Argentina estábamos lejos del Líbano pero quizás no tanto.

El Líbano tiene un régimen de paridad, 1.500 libras libanesas valen un dólar desde más o menos el año 1997. Estamos hablando de 22 años de paridad. En estos años el Estado libanés tiene herramientas muy limitadas para poder manejar su economía. Eso fue una debacle. El Primer Ministro, Saad al Hariri, estuvo en junio pasado en París en una conferencia de donantes por la Guerra de Siria. Ahí le dijeron que no había más dinero y que había implementar un recorte. La banca internacional le dijo lo mismo. Saad volvió al Líbano y dijo que se venían tiempos difíciles, que había que hacer un esfuerzo, que al Líbano se lo saca adelante trabajando, preanunciando lo que se venía. Hacia fines de junio comenzó a anunciar una serie de medidas como el salario máximo para el 20% superior de la administración pública; recortes de los privilegios a las Fuerzas Armadas, uno de los sectores más privilegiados del Líbano, ahí los militares se pararon porque temían que les saquen las universidades gratis, los colegios gratis; un aumento en el precio de la nafta que derivó en larguísimas colas en las estaciones de servicios que empezaron a tomar turnos rotativos; y la última fue el corralito, es decir, las personas podían sacar una cantidad pequeña de dinero por cajero automático y apareció el dólar blue que está cotizando a 1.900 libras.

¿Cómo se han desarrollado las movilizaciones hasta el momento?

–Las movilizaciones han sido esencialmente pacíficas. Hubo, por ejemplo, el domingo pasado dos millones de personas en las calles y hubo unos 50 detenidos por disturbios, es decir, nada. Las demandas esenciales eran que se vayan todos y que devuelvan lo robado. Hay un hartazgo con la clase política muy fuerte. En el Líbano para poder acceder a un cargo público, para poder trabajar en el Estado necesitas un empujón, que el referente religioso de tu comunidad haga un llamado o mande un Whatsapp porque sino no te contratan, es imposible. La gente está cansada de eso. En las elecciones anteriores casi un tercio de los diputados eran parientes entre sí. Es una situación de nepotismo que se ve entre la clase alta que la gente ya se cansó. Además, hay una queja por los servicios que brinda el Estado porque hay cortes de luz y de agua rotativos y las rutas son un desastre.

¿Cuál han sido las respuestas que ha tomado el gobierno ante estas movilizaciones hasta llegar a la renuncia de Hariri?

–Al principio fue muy tibia. Al principio el presidente salió a decir que le iban a hacer mal al país y que se podía generar una desestabilización. Cuando vieron que las movilizaciones eran muy serias, a Hariri no le quedó otra que presentar una serie de medidas. Dijo que no iba a haber impuestos nuevos y que iban a privatizar algunas empresas, pero que no se le iba a tocar el bolsillo a la gente. A la población no le interesaron esos anuncios y siguió en la calle contra todo pronóstico. Esto provocó la renuncia del Primer Ministro. Lo sacó la gente.

La caída del gobierno no le conviene al sector más pro statu quo (…) Uno de esos es el Presidente de la República, Michel Aoun, que está apoyado por Hezbolá.

Algunos medios publicaron que durante las movilizaciones hubo enfrentamientos entre la población. ¿Se registraron este tipos de problemas?

–Lo primero que hay que tener en cuenta es que fueron casos aislados. Hubo enfrentamientos pero fueron aislados. Lo que pasa es que la caída del gobierno no le conviene al sector más pro statu quo, es decir, el sector que está de acuerdo con el sistema confesional o que de alguna manera está acostumbrado a moverse en él. Uno de esos ingredientes es el Presidente de la República, Michel Aoun, que está apoyado por Hezbolá. En estos momentos Hezbolá es pro statu quo. Se infiltraron algunos militantes de estos sectores en las protestas y generaron disturbios, y ahí fue donde se registraron los choques. La dirigencia partidaria de Hezbolá desconoció estos hechos y dijo que fue gente que independientemente decidió hacerlo. El 90% de la población se manifestó en paz poniendo música en las marchas.

¿Los enfrentamientos no tienen ninguna relación con algún resabio de la guerra civil?

–No. Fueron hechos lamentables y aislados de un sector que no está dispuesto a negociar o a que se caiga el régimen confesional. Acá nos tenemos que parar en retrospectiva y ver este problema desde arriba. Ahí vamos a ver a Arabia Saudita tirando de unos hilos y a Irán tirando de otros. Irán es pro statu quo. La renuncia de Hariri apareció el viernes pasado en un diario saudita ¿Por qué? Porque los sauditas sostienen a Hariri, entonces se enteraron antes que todos. Ahí, lentamente se va entendiendo cómo se va cocinando la cuestión.

¿Cómo puede seguir esta crisis teniendo en cuenta que el equilibrio institucional libanés es muy complejo?

–El Presidente tiene dos opciones. Una es, con la mirada puesta en la Cámara de Diputados actual, que fue elegida hace un año y medio, llamar a sesión y elegir a un nuevo Primer Ministro, que tiene que ser musulmán chiita. Me parece que esa va a ser la opción que él va a tomar. Va a mirar el Parlamento, le va a pedir a Hariri que vuelva a formar gobierno y Hariri va a formar un gobierno de, al parecer, de independientes. Es decir, referentes no partidarios para los distintos cargos. La otra opción que tiene, que es la opción de máxima, es la elección que está pidiendo la gente, es anticipar las elecciones legislativas entre diciembre y enero y realizar elecciones urgentes y formar un nuevo Parlamento para que de ahí surja un nuevo gabinete con una mayor legitimidad.

Hay un artículo en la Constitución libanesa que dice que el Poder Ejecutivo descansa en el Consejo de Ministros. Es una locura porque hay 30 ministros que están divididos de manera confesional, están divididos por partidos políticos y, además, están divididos por las diferentes carteras. De esta manera hay tres cortes posibles. Entonces, por ejemplo, si el Ministro de obras públicas quiere presentar una nueva autopista necesita la firma de la mitad más uno de los otros Ministros, entonces tiene que ir y negociar con el Ministro de salud que no tiene nada que ver con la ruta nueva. Es un país que está muy acostumbrado a la negociación. Esto lleva a que la última elección del último Primer Ministro llevó once meses. Esto puede ir para largo. Creo que la manera que tiene el Presidente de cortarlo es convocar a elecciones pero no creo que le convenga.

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