Argentina Líbano Medio Oriente

«Libanización»

Desde la catedral católica melquita de San Pablo se tiene una vista increíble de Beirut y la bahía de Jounieh.

Hoy me encontré con una nota en INFOBAE que culpaba a la presidenta Cristina Kirchner de haber «libanizado» el país. El autor, Dardo Gasparre, dice «acusaré al Gobierno de algo aún más terrible. De haber libanizado a la Nación (…) ha hecho allanar el camino para que la República se transformase en el campo de batalla del espionaje internacional y de cabotaje, un territorio liberado sin fuerzas policiales efectivas, cuando no cómplices, con una Justicia quebrada, sin convicción ni apoyo«.

Pensé entonces en el concept stretching o estiramiento de los conceptos, es decir, cuando forzamos un término, que cuenta ya con una determinada «carga» lingüística, a adaptarse a una situación dada, que no refleja el significado del término. «Libanización» es un concepto que hace referencia a los años de la guerra civil libanesa (1975-90), cuando, más allá de la existencia de un gobierno central muy débil, que sin embargo mostraba algunos signos de vitalidad, las milicias de los diferentes partidos tenían el control efectivo de diversas regiones del país, atribuyéndose la representación de la población, el mantenimiento de un relativo «orden» y la recolección de tributos. Las cifras que arroja esa guerra civil son escalofriantes: quince años de conflicto, más de 120 mil muertos, unos diecisiete mil desaparecidos, más de un millón de desplazados internos, noventa mil familias que abandonaron el país, 160 mil millones de dólares (¡nominales!) en pérdida de capacidad productiva… y la lista sigue.

Eddé Sands, en Byblos
Eddé Sands, en Byblos

Casi 25 años después del acuerdo que puso fin a la guerra civil, el Líbano no solo se ha reinsertado en el mundo, sino que, a pesar de estar enclavado en una región altamente volátil, con conflictos que impactan de lleno en su estructura política interna, ha logrado resistir, con el único apoyo de su pequeño ejército, los embates de los grupos extremistas que asolan (o asuelan, como el mismo autor de la nota me indicó; gracias Sr. Gasparre) la frontera y dar refugio a más de un millón de desplazados sirios prácticamente sin el apoyo económico de las agencias internacionales. Destino turístico de primer orden en la región, centro académico y artístico por excelencia del Medio Oriente, receptor privilegiado de inversiones extranjeras, cuna de amplísimas libertades para los libaneses y las personas que lo visitan… El país es una excepción. O más que una excepción, es un milagro, después de ver las cifras que mencionábamos en el párrafo anterior. El contraste entre 1990 y 2015 muestra que, si hay una cualidad del carácter que puede definir a los libaneses, es su fortaleza.

Mezquita de Al-Amin, en Beirut
Mezquita de Al-Amin, en Beirut

Más allá del abuso del término, el uso de categorías tales como «libanización», «iraquización» o «somalización», por poner algunos ejemplos, de algún modo representan una pretensión de totalidad, una visión que juzga al «otro» como subdesarrollado, anárquico, incapaz…. Es el uso de términos de este tipo el que genera un «nosotros» y un «otros», que divide, segregando. Juzgar livianamente la situación en Argentina como semejante a aquella del Líbano en tiempos de la guerra civil es, en lo que nos compete, una burla a la memoria de lo que esa guerra fue.

¿Libanización? Libanización podría ser hoy, más que el recuerdo de una guerra que sucedió hace treinta años, la capacidad de un país de sobreponerse a las dificultades a pesar de todo.

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