
La primera etapa del viaje llegó a su fin cuando partimos desde el aeropuerto Austin-Bergstrom con destino al Reagan International, que recibe los vuelos dirigidos a la ciudad de Washington DC. Con la gran capital política de los Estados Unidos a punto de hacer su presentación estelar, ante estos ojos curiosos por encontrarla, unas palabras sobre Texas, un territorio de 700 mil km cuadrados y 26 millones de personas (40% latinos) no podían faltar.
Me llevo de Texas algunas ideas-madre:
1. Hay un fuerte acento en la promoción de la actividad económica privada. El gobierno «persigue» a las grandes empresas para que se afinquen allí, a través de beneficios fiscales, créditos blandos y una legislación laboral permisiva, permitida en parte por la debilidad de los sindicatos y la virtual inexistencia de contratos colectivos de trabajo. Ellos mismos definían esta promoción de los negocios como una «estrategia agresiva» basada en el paradigma (repetida hasta el hartazgo por los funcionarios) que no hay mejor lugar in the States para hacer negocios que allí.
2. Este énfasis en la promoción de los business viene de la mano con lo que los texanos pretenden de su clase política. Entre los candidatos, se valora especialmente a los que tienen experiencia en el sector privado. No es excluyente, pero sí importante. Ellos entienden que no hay nadie mejor que un hombre de negocios devenido en funcionario público que pueda entender al ciudadano común, que debe ir a trabajar todos los días, ganarse su salario y generar oportunidades para que la actividad mejore. Por ejemplo, la Legislatura estatal funciona solamente cuatro meses cada dos años. El resto del tiempo, senadores y representantes atienden demandas y analizan posibles leyes, pero está claro, para todos, que ser legislador es un trabajo mal pago y part-time, que debe completarse con un empleo extra. Es el «vivir para la política» weberiano. En resumen: un hombre así no querrá aumentar impuestos en caso de crisis, más bien verá como se ajusta; he’s been there before. Asombra el manejo que tienen los políticos texanos de cifras y datos sobre sus áreas de especialidad. Dejan la impresión de ser seriamente profesionales.
3. Lo que ellos pretenden de su clase política no es más que un reflejo de como se ven a ellos mismos: gente sencilla, directa y progresista en los negocios, que pone empeño en el trabajo. No son así de amables en New England, afirman, «lo verás con tus propios ojos cuando pises NYC». Aquí, me dicen, «the people is real», es decir, no se enrueda en palabrerío difícil. Todo es como parece. Bush h., una especie de prócer entre los republicanos de Texas, representa ese administrador sencillo, que admite errores, se muestra cercano, recuerda nombres y, como buen cristiano, combate El Mal (Saddam) y lucha por un mundo mejor. Al burlarse de Bush, los medios, que inflan a Obama, según como ellos lo entienden, agreden a los texanos con sus modelos arcaicos, casi plásticos, de vaqueros torpes y rudimentarios.
Así fue como dejamos Texas y, atrás quedó el estereotipo de pueblos polvorientos llenos de rangers y cowboys. Me llevo la imagen de un pueblo pujante, celoso de la iniciativa privada, extremadamente amable y orgulloso de sus progresos.