Estados Unidos 2012

Dormir en el avión

Entre Buenos Aires y Dallas distan poco más de 8.500 km que se recorren en casi 11 horas de avión. Resulta interesante ver las distintas estrategias del pasaje para poder conciliar el sueño, vital para poder pasar las horas abordo, que se hacen eternas.

Como criterio general, la cena del vuelo 996 no estuvo tan mal: panza llena, corazón contento. Para los que, como yo, tienen serias dificultades para dormir en el avión, una buena comida era el anticipo de una digestión prolongada que, con suerte, relajaría mi actividad neuronal y me permitiría un interesante diálogo con Morfeo.

Entre mis compañeros de viaje, están por un lado los que no dudan en el consumo de psicotrópicos o similares para poder surcar los aires con la tranquilidad que la ciencia moderna puede dar. Otros, en cambio, eligen la bebida como un modo de refugio que les pueda ayudar a conciliar el sueño, atontando neuronas con una botellita del chilenísimo vino «120». Tal ha sido mi caso. Finalmente, hay algunos tan, tan exhaustos por el trabajo, que no necesitan ni una cosa ni la otra.

Al momento de dormir, la moda que se impone es el modelo burka, es decir, cubrirse por entero con la manta tapando incluso la cara. Fue utilizado por varios viajeros. Un pequeño reducto no dudó en usar los pasillos del avión como virtuales literas, lo que provocó el asombro de las azafatas.

En fin, la noche no fue tan mala después de todo.

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