Uno de los primeros descubrimientos de este viaje (preparativos incluidos) fue la amabilidad de los estadounidenses con los que me estuve encontrando en este proceso. Para muestra basta un botón, yo igual les voy a ilustrar tres, que resumen mis encuentros con la población nativa:
1. El personal de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, que se mostró predispuesta al disenso, es decir, el viaje no presuponía una suerte de adoctrinamiento sino, mas bien, una posibilidad de contemplar y realizar nuestro propio juicio. Habilitar la crítica es un requisito fundamental para el crecimiento. No ha sido siempre así, ni es un criterio general del gobierno, pero no deja de resultar amable la actitud.
2. Las azafatas de American Airlines, serviciales, simpáticas y atentas a las necesidades del pasaje. Lo mismo los empleados del check-in, que hicieron las preguntas pertinentes pero con una sonrisa (Mr. Rafael en Ezeiza, que me advirtió que el peso al límite de mi equipaje podría ocasionarme algunos inconvenientes).
3. Los oficiales de migraciones y aduanas de EE. UU., amenos y conversadores, al menos en mi caso. Cuando ingresé a Dallas, Mr. García me hizo algunas preguntas, y cuando le dije que era de Rosario, me preguntó por NOB y me contó que, despacio, el fútbol acabará insertándose en la tríada deportiva estadounidense (fútbol americano, béisbol y basquetbol).