Medio Oriente

La crisis en Gaza

A pesar de todo, Gaza no es solamente pobreza y destrucción. El Mediterráneo, desde su costa.

El escenario palestino-israelí, eje exclusivo sobre el cual giraba la problemática en la región de Medio Oriente hasta la incursión de las primaveras árabes en el escenario, es, junto con el diferendo de Cachemira, uno de los conflictos militares más antiguos aun vigentes, ya que datan al menos de la decada del ’40. En los últimos días, la problemática se ha reavivado, con el desarrollo de la operación «Columna de Nube», que el gobierno israelí lanzó contra la franja de Gaza, controlada por Hamas. En esa incursión perdió la vida Ahmad Al-Jaabari, miembro del círculo íntimo de Ismail Haniyeh, líder político de Gaza.

En un contexto de conflicto permanente que lleva casi 70 años, es muy difícil explicitar «quién empezó» o bien asignar culpas por la reciente escalada, más allá de destacar que la actuación de Israel es, cuanto menos, desproporcionada en este tipo de casos, en el caso eventual de que llegásemos a considerarlo como algún tipo de «respuesta legítima». Sin embargo, esta coyuntura nos permite identificar algunas permanencias y novedades en el conflicto palestino-israelí.

Por un lado, no es la primera vez que, ante la cercanía de las elecciones en la Knesset, asamblea legislativa israelí, el poder de turno endurezca sus acciones militares contra los palestinos. Recuerdo ahora la operación «Plomo Fundido» (diciembre 2008 – enero 2009) que precedió a las elecciones de febrero de 2009. Ahora, la operación «Columna de Nube» precede a las elecciones de enero de 2013. Barak era ministro de Defensa por entonces y lo sigue siendo ahora. La estrategia war president le resultó a George W. Bush, ¿por qué no podría ser útil a otros líderes políticos?

También es cierto que la crisis estructural del liderazgo político palestino es, probablemente, la ventaja más importante con la que cuenta Israel frente a los palestinos. Hamas gobierna Gaza desde 2007, sin reconocer al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que reside y administra solamente la porción palestina de la Ribera Occidental, siendo éste responsable de las elecciones presidenciales en 2009, a las que nunca convocó. A ello se le  suma la infraestructura decadente y los alarmantes números de pobreza de los palestinos, a pesar de los altos números de crecimiento económico, lo que indica un aumento en la brecha entre ricos y pobres y un proceso de concentración de la riqueza.

Gaza bajo asedio (magnífica imagen de Reuters)

Por otra parte, entre las novedades, se destaca un inusitado activismo regional. El presidente egipcio Mursi advirtió que la postura egipcia sobre el asunto había cambiado, manifestó su rechazo a las incursiones y, como prueba, envió al primer ministro Qandil a visitar  Gaza tras los ataques y convocó para consultas al embajador en Tel Aviv. Asimismo, promovió una cumbre en El Cairo, que lo reunió con sus homólogos de Turquía y Qatar. Erdogan, el premier turco, manifestó la necesidad de trabajar de manera multilateral para frenar el conflicto, y lamentó el silencio de la ONU y los dobles estándares. Cuando le preguntaron sobre la intervención del gobierno de Ankara para detener los ataques, informó que «las relaciones entre los gobiernos están a nivel cero» y que «deberían ser los países cercanos a Israel los que deberían pedirlo» (Daily News Egypt, Turkish Weekly, etc.). El emir Hamad de Qatar se comprometió, por su parte, a asistir económicamente a las víctimas de la destrucción israelí y sostener un programa de inversión en infraestructura por 300 millones de dólares, al que se había comprometido en septiembre pasado. También Túnez envió a su canciller Abdessalem a Gaza el sábado, para manifestar su solidaridad con los palestinos.

Benjamin Netanyahu, el premier israelí (AFP)

A modo de conclusión, vale destacar que resulta imposible detener este tipo de ataques de uno y otro lado sin el compromiso de las partes, que en ambos casos resulta escaso. La postura palestina, fragmentada, necesita primero consolidarse a través de la formación de nuevos acuerdos entre Hamas y Fatah que permita encarar la constitución de un gobierno de unidad nacional en el cual se pueda discutir el futuro del país al menos para los próximos cuatro años. Esta discusión debería incluir un postura sólida sobre las relaciones con Israel, con quien Hamas, por reivindicaciones históricas y en parte no exentas de una cierta justicia, ha decidido no dialogar. También debe sumar un cronograma de elecciones amparadas en observadores internacionales, que ambas partes deben reconocer. No puede haber una paz ventajosa con Israel sin reconciliación entre los palestinos primero. Tampoco hay un compromiso consecuente por el lado israelí a la restitución de territorios para un Estado Palestino viable, que habla de «ataques selectivos» para eliminar líderes incómodos, por supuesto sin juicio previo y realizando bombardeos que de «selectivos» tienen muy poco. Los palestinos son una población sometida y desesperada. Alentando el «esquema de cerrojos», la seguridad jurídica de los kibutzim en territorio palestino y la discriminación de los palestinos que desean volver a sus hogares empuja al proceso al estancamiento. Y, para peor, tampoco descarta una invasión a Gaza, lo que acabaría sumiendo a la región en la crisis más fuerte del último lustro.

La cuestión de Palestina lleva ya muchas décadas, y al parecer, resolver el diferendo llevará un tiempo más, prolongado, duro y posible solo si regado de generosidad y compromiso verdadero con la paz. Por ahora, el escenario es incierto… solo por no ser pesimista.

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